miércoles, 10 de febrero de 2010

RENACERÉ


Renaceré, no me caben dudas, y lo haré inmediatamente después de mi último suspiro. Veré a mi cuerpo en su lecho de muerte y me introduciré nuevamente en él para emprender juntos, él y yo, el repaso de mi vida. Recorreré el mismo camino y las mismas situaciones vividas durante años hacia mi niñez, no con ánimo de reparación, ni de redención, sino como el espectador curioso que desea rever varias veces la historia para entender mejor de que se trata.

-Vamos por partes -me diré a cada rato, sin prisa, sin viejos enconos, sin artimañas, sin anestesia.

Recorreré cada uno de mis días junto a mi mujer y a mis hijos, a quienes veré aniñarse paulatinamente hasta desaparecer de mi vida. Qué difícil me resultará no intentar enmendar viejos errores míos y permitir a la vez que ellos los cometan sin intervenir en nada.

-Vamos, mi hijito. A ése dale una buena tunda a tiempo y no te va a molestar más.

-No, señora directora. No fue mi hijo el que escribió eso en el pizarrón. Fueron tal y tal y lo culparon a él. No puede echarlo así, es injusto.

-Vea, doctor. Usted será muy entendido en medicina pero yo tengo algo que a usted le falta: sentido común. Usted se equivoca y pone en riesgo la vida de mi hija.

Muchas cuentas como éstas querré saldar. ¿Cuántas? Infinitas. Pero seguiré firme mi camino de regresión, sin mover un solo dedo para cambiar una historia que, bien o mal, ya fue vivida.

-Sí, quiero-. Y abrazaré y besaré a mi esposa lleno de dicha.

-Te invitó a salir -le diré más adelante, anhelando escuchar la respuesta afirmativa que tanto deseaba.

Volveré a cruzarme con aquella a la que quise bien y me quiso mal y con la que me quiso bien y quise mal.

-¿Cuándo te vas a casar y mantenerte solo?-, me dirá mi madrastra con la misma acritud de antaño.

Y volveré al secundario, con los mejores amigos de mi vida, aquellos con los que uno se juraba amistad eterna y con los que nunca más se cruzaría a través del tiempo.

¿Cómo olvidar ese camino recorrido?

Tardaré muchísimo en volver a verme niño. Cientos de años. ¿Cómo podría llevarme menos tiempo, tanto acierto, tanto desacierto, tanto amor, tanto desamor, tanta explosión de vida, tanta alegría, tanta tristeza?

Después, me prenderé con fuerza a la teta de mi madre, para volver a sentir su calor y terminaré lanzándome de lleno en su vientre para mantenerme finalmente agazapado en su matriz convertido en minúsculo óvulo fecundado a la espera de tiempos mejores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario